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Esta mañana me he despertado con una canción en mis labios…

En alemán, un idioma bastante preciso, hay una palabra para una canción que vuelve a la memoria durante el día: ein Ohrwurm. Entonces, tarareé la melodía un par de veces. Se trata de una canción que canté con niños  en mi clase de francés en Alemania hace muchos años, en otra vida…

Ce matin j’imagine un dessin sans nuage

Avec quelques couleurs comme vient mon pinceau

Du bleu, du rouge je me sens sage comme une image

Avec quelques maisons et quelques animaux

Ce matin j’imagine un pays sans nuage,

Où tous les perroquets ne vivent plus en cage

Des jaunes, des verts, des blancs, je fais ce qui me plait

Car c’est comme ça que j’imagine un monde parfait…

Ahora no puedo evitar escribir lo que me evoca a mi el título de la canción, “Un monde parfait”. Escribo el texto para una amiga catalana que me ha confesado que las noticias del día a día le entristecen mucho. Le hacen sentirse betrübt (afligida). Weltschmerz. La entiendo porque, a veces, me pasa igual. Pues, tengo que confesar que no me da tiempo leer el periódico cada día, ni cada dos días aunque estoy suscrita a un periódico alemán por mis clases. Es un periódico me gusta mucho, tanto como otros que no puedo leer, por falta de tiempo. Grrrr… Se llama Die Zeit. 😉 Este periódico hace una buena cosa: Resume noticias buenas del mundo una vez por semana lo que me anima mucho. 🙂 No está todo perdido a pesar de lo malo que existe en el mundo obviamente. No, no se puede negarlo ni cerrar los ojos… La violencia, el maltrato, injusticia, las mentiras, la hipocresía, la difamación, la codicia, la avaricia, la envidia, la indiferencia (!), la falta de empatía y la falta de consideración…

“Que le vamos a hacer?”, nos podemos preguntar. O bien podemos empezar a mejorar el mundo en que vivimos un poco, cambiando nuestra actitud en nuestro entorno inmediato, es decir en el círculo de nuestras amistades, en nuestro barrio, en nuestra ciudad … No hay que pensar siempre en términos globales, quejarse, lamentarse y dañar a los demás a lo mejor. Hay que sentir alegría cuando los demás están bien, cuando nace un bebé, cuando alguien ha aprobado un examen o ha conseguido un trabajo… Hay que sentir empatía con los demás cuando sufren sin culpa, cuando están enfermos, cuando la vida les ha quitado un ser querido que era como familia… La envidia es repelente; la empatía es admirable. Habrá siempre personas que tienen más bienes materiales que yo. Y, qué? Es el tiempo que vale oro; el oro en sí no vale nada. Lo demuestra muy bien Heinrich Böll en su cuento, “Anekdote zur Senkung der Arbeitsmoral” („Anécdota sobre la productividad reducida“)… Expandir el negocio siempre significa más dinero, pero, muy probablemente, mucho menos calidad de vida… No se oye más el canto de los pájaros ni se escribe poesía… Todo tiene que tener su momento.

Al final, depende de que quiere cada uno (!) en la vida. Dejar un trabajo que nos llena mucho puede ser fatal como muestra Kurt Marti en su cuento “Neapel sehen”: Un hombre va a la fábrica cada día y, para no verla en su tiempo libre desde su casa, ha construido un muro de madera alrededor de su jardín. Cuando se jubila, echa de menos ver su fábrica y pide a su mujer quitar dos trozos de madera de la pared, pero ahora ve sólo un extracto de la fábrica. Poco a poco, su mujer quita toda la pared así que el hombre puede ver toda la fábrica otra vez y se muere en paz: Ver a Napoles… Vedere a Napoli… Un cuento que leí en la escuela hace unas décadas; lo entendí mucho más tarde. Que cada uno sea feliz de su manera… Con poco trabajo; con mucho trabajo si lo puede gestionar. Algunas personas tienen vidas que yo no puedo imaginar…

Dejemos de juzgar a los demás. Las personas que se dedican mucho para el bien de otras personas en cualquier profesión no tienen

tiempo para hablar de los demás. Apenas. Al final, es todo como lo ilustra el cuento francés del padre y del hijo que van al mercado con un burro. Los dos acaban de llevar el animal porque a la gente ni les gusta que el padre monta ni que el hijo monta o bien los dos juntos. Este cuento muestra perfectamente la estupidez del cotilleo cotidiano. Un interés humano sincero es otra cosa. Y, si tengo un poco de curiosidad de que hace la otra persona, mejor que hable directamente con esa persona misma y no detrás de ella. Si no, acabamos todos como en el juego de niños Stille Post, cuando una persona susurra una cosa a otra y el resultado lamentable es una información tergiversada…

„Pelzchen verschenken“

Seamos más honestos, más auténticos, más considerados también. El ruido interior y exterior que tenemos hoy en día es tremendo. La tranquilidad reconforta el alma. Seamos más generosos y regalamos nuestros Pelzchen (à “Die kleinen Leute von Swabedoo”). Kleine Geschenke erhalten die Freundschaft. Los pequeños regalos mantienen la amistad. Cuidemos las amistades; cuidemos los familiares; cuidemos también los que conocemos poco o los desconocidos dentro de lo posible. Seamos positivos en una vida que es dura a veces. Freud und Leid liegen eng beieinander. La alegría y el sufrimiento se dan la mano. Cambiar nuestra actitud en nuestro entorno es el primero paso para conseguir un mundo algo mejor. Recordemos por favor que no todos que se visten bien tienen dinero (todos los extranjeros tampoco!) y no juzguemos según las apariencias: L’habit ne fait pas le moine. Disfrutar las pequeñas cosas. Leer poesía. Dar un paseo. Ir a una exposición. Escuchar música… Wo man singt, da lass Dich nieder. Böse Menschen haben keine Lieder… Un mundo perfecto, aburrido quizás. Una utopía? Pero, un mundo casi perfecto está en tus manos. Hay que crearlo cada día. Es un esfuerzo. Un esfuerzo, pero vale la pena. Sería un buen legado para las generaciones a venir. Suerte!

 

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